No puedo aseverar que este espacio sea el lugar emblemático de la antigua edificación de la I.E República Argentina (ex C.A.S.R.A) en la ciudad de Chimbote. Fue construido por el arquitecto argentino Daniel Almeida Curth en la década del 70. El colegio tenía varios lugares que podrían considerarse como emblemáticos: el teatrín, la torre, los talleres, la capilla, etcétera, etcétera. Sin embargo, y aunque solo nos quedan pocas imágenes de varios de estos lugares, no hay duda de que la rampa nos genera una especial emoción al verla y al recordarla.
No existían escalinatas, peldaños, escaleras, ni nada parecido para acceder al segundo piso, ese detalle era muy singular y no común para todos o la gran mayoría de alumnos incluido docentes. Lo único que teníamos era una amplia y larga rampa que no solo nos servía para subir o bajar, también servía para ciertos ejercicios del curso de educación física pero mayormente, como pasillo de castigo para aquellos incumplidores de las reglas de conducta que no les quedaba otra que pagar la factura subiendo y bajando en posición de rana, con las manos en la cabeza y con no poca resignación, disgusto y gotas de sudor, al fin y al cabo, fortalecían sus piernas.
Creo poder aseverar que no existía edificación similar en ninguna otra parte de la ciudad del Nuevo Chimbote ni de Chimbote y por lo tanto, haber discurrido tantas veces por aquel pasillo y del resto de pasillos de todo el conjunto educativo, es hoy en día una experiencia que algunos recordamos con mucha nostalgia y, aunque parezca no haber mayor importancia en la acción de subir o bajar por una rampa de cemento, no obstante, su diseño nos envolvía y sin percatarnos de ello, nos seducía. Esa es la magia de la belleza en la arquitectura, no estaba hecha únicamente para subir o bajar, su bello diseño nos compelía hacia ella, nos cautivaba y colmaba nuestras expectativas, por lo tanto, trascendió en el tiempo y transcendió en nuestro ser.