A Bellamar – Parte 2

Muchas cosas quedaron en el tintero desde mi primer escrito sobre mi barrio querido Bellamar. Intentaré esta vez completar una segunda parte, aunque aún faltan muchos más datos e ideas para concretarlo del todo, no obstante decidí redactar este pequeño relato de mi grata experiencia en la mejor urbanización de Chimbote.

Si hubo un lugar en el que la tranquilidad y el silencio reinaban, ese era Bellamar. No cabe duda de que el estar ubicado en un área alejada del resto de urbanizaciones de la zona, le daba esa característica que, probablemente en ese momento, no lo sabíamos valorar. Vivíamos y disfrutábamos de aquel lugar sin mayor pensamiento. Pocos querían visitar Bellamar, “está muy lejos” decían algunos, “es peligroso” decían otros. Sin embargo, ninguno notaba que aquellos que vivíamos ahí gozábamos de enormes privilegios, y uno en especial, que hacían de la urbanización un hermoso lugar para vivir y convivir. Así lo recuerdo.

El ruido era una virtud en aquel lugar y, aunque solemos asociarlo a sonidos que nos molestan o que nos ocasionan estrés o fastidio, por lo contrario, los que se generaban en la urbanización, nos causaban sosiego, salud para el cuerpo y, por qué no decirlo, también para el alma. Por poner unos ejemplos que se repetían a diario: el sonido de los fuertes vientos que solían arreciar mayormente por las tardes y que hacían temblar o vibrar a las enormes ventanas de las casas; el sonido “estéreo” de las aves al cantar; el sonido de las risas y carcajadas de las bellas chicas del barrio cuando se juntaban para conversar y jugar; el sonido de alguna que otra bocina o motor de algún vehículo, mayormente los de la línea de buses Ramón Castilla; el sonido de guitarras que repicaban por algunos aficionados del barrio como mi hermano, el loco Beto y otros locos por la música; el sonido de silbidos de los amigos del barrio, los que se escuchaban desde 3 cuadras a la distancia porque de esa forma se pasaban la voz para ir a mataperrear; el cacareo, también en estéreo y con amplificador, de los gallos, que sincronizados en la hora, cantaban antes del amanecer. La música ochentera era parte de ese sin fin de sonidos gratos, así, mi LP de Kool & The Gang que solía hacer sonar Jaime en su equipo de sonido, era el “momento” en el que mi cuerpo se ponía a tope para ponerse a bailar. En fin, el sonido del silencio que caracterizaba a la urbanización, era el elemento frecuente que nos motivaba, sea para cocinar y preparar un rico ceviche, sea para conversar con alguna amistad o para dar un beso a la novia del momento, no había límite; vivíamos inspirados continuamente por esa plenitud de tranquilidad que nos regaló el Creador, y no lo sabíamos.

Dicen que la música es una anomalía del ruido, es decir, la secuencia ordenada de los sonidos que finalmente se convierte en una bella canción. Los ruidos en Bellamar parecían estar ordenados de tal manera que su melodía nos deleitaba a diario brindándonos alegría y tranquilidad en épocas en la que la incertidumbre nos embargaba e intentaba consumirnos. Dígame alguno si esto no era un paraíso?

El estar rodeado de inmensos arenales y algunas plantaciones con mucha vegetación como el de Los Alamos, lo convertían en un lugar privilegiado. Cosas que hoy en día muy poco se ve. Quisiera retroceder el tiempo para escribir los poemas que me salgan del alma y así poder describir in situ y al momento lo bello de aquel lugar y lo bello de aquellos momentos.

En Bellamar aprendí las historias más emocionantes, sean historias de los hombres de mar (muchos de ellos papás de mis buenos amigos), de los hombres del acero, de los amigos y vecinos, de las flechas de cupido (también), de los momentos inolvidables en el que las historias y anécdotas de cada día se combinaban y se amalgamaban con la belleza del silencio que teníamos en redor nuestro; historias gratas y graciosas como los ceviches al paso solo con limón y ají, el guiso de pelicano en la casa de playa de Los Chimus con los Zuñiga y otros del barrio, las caminatas a la playa y a Los Alamos, las caminatas al reservorio para traer un balde con agua cuando este escaseaba (retornábamos a casa con la mitad de agua en el balde), las reuniones para escuchar música y contar historias diversas a la puerta de las Estrada y los Silva, las fiestas incomparables al son de B52´s y así, podría continuar toda la noche escribiendo y contando cada anécdota y obteniendo de ellos, algún aprendizaje, porque de un lugar así y rodeado de gente tan bella entre vecinos y amigos, hay mucho que aprender.

Un abrazo enorme y prolongado a todos los amigos de Bellamar, a los que aún están y a los que, como yo, migraron con mucha tristeza a otros lares.

¡Feliz Aniversario mi querido y añorado Bellamar!

ENTREVISTA

Biografía:

Dennis Vigo Andrade, nacido en Lima. Es un escultor en madera, autodidacta. A la edad de 13 años, su familia mudó su residencia a la hermosa ciudad de Chimbote, fue en este lugar donde adquirió gran parte de su influencia artística. Sus bellas playas, su gente y la deliciosa comida de este puerto, fueron 3 ingredientes claves para captar su interés por el arte. Se considera un chimbotano de corazón. Estudió la secundaria en la I.E. República Argentina (Ex-CASRA) de Nuevo Chimbote. Realizó estudios de Administración en IPAE, Egresado de la facultad de Educación de la UNFV con mención en la enseñanza del idioma inglés y, un Diplomado en Seguros del Instituto Peruano de Seguros (IPS). Su destreza y habilidad en el tallado y la escultura provienen del método de prueba y error y de su constante esfuerzo por mejorar su técnica. Viene desarrollando sus trabajos en madera desde hace poco más de 28 años, sus obras versan sobre su forma de ver la vida privilegiando la perspectiva como lenguaje caligráfico. Realizó exposiciones en 2017 y 2019 en la Sala de Arte de la ciudad de Chimbote y participó en la feria por el Día del Arte Mundial, abril 2019.

¿Cómo fueron tus primeros pasos en el mundo del arte?

Siempre estuve rodeado de manifestaciones artísticas: la música, el dibujo, la escultura, etc. A la edad de 14 años conocí a unos escultores en arcilla, me impactó mucho ver todo lo que podían hacer y me dejó un interés impregnado en el corazón; después de muchos años descubrí el porqué de tanta impresión. A los 23 años di mis primeros mis pasos por el arte haciendo llaveros de madera con herramientas muy precarias que me dejaban las manos laceradas. Al cabo de un tiempo y en medio de esas limitaciones, cambié el estilo, dejé de producir llaveros y opté por hacer cuadros con imágenes variadas; en algunos momentos me aventuré con el pirograbado pero me di cuenta que no era exactamente lo que quería hacer. Ese giro me dio una nueva visión de mi trabajo el cual se convirtió en un nuevo impulso.

¿En qué momento te diste cuenta que querías dedicarte a la escultura y el tallado?

Mis trabajos mejoraban con el paso del tiempo en base a esfuerzo e investigación. Me veía limitado por la falta de herramientas y la poca comprensión de la perspectiva (un tema vital en mis trabajos), sin embargo, al cabo de unos años pude superar esas trabas y me sentí con la capacidad y el entendimiento suficiente para lanzar mis trabajos al mercado y desarrollar nuevos proyectos con mayores desafíos.

¿Qué te inspira en tus creaciones?

Conforme avanzaba e iba descubriendo el mundo de la madera, me atraía mucho el esculpir locaciones de los pueblos del Perú. La madera, con sus densidades, tonalidades y texturas, se presta para lograr el impacto deseado en cada obra. Lo mío siempre ha sido tratar de hacer cosas nuevas y/o diferentes, por ello, me apresuro todo el tiempo en crear mis propios bocetos partiendo de algún recuerdo o idea que contenga un significado para mí, me inspira en suma, el hecho de poder crear realidades que ayuden al espectador a conectarse y a vincularse emocionalmente con la obra.

Me seducen los diseños que contengan perspectiva, técnicamente hablando. Desarrollo gran parte de mi trabajo en base a ese concepto, cuido que las líneas y vértices coincidan casi al milímetro para que brinden la sensación de pertenencia. En ese sentido, busco que mis trabajos provoquen en el espectador emociones poderosas que trasciendan y perduren en el tiempo, tales como estupor y asombro, que le sirva como medio para retomar costumbres abandonadas, de expresión emocional o catártico, de reconciliación con el pasado, de revalorización de nuestra cultura y sentimiento patriótico, de reconocimiento de espacios físicos y/o geográficos, de evocación de momentos de la infancia vivida y que surjan en su ser, pensamientos que lo encaminen a definir su propio concepto de la vida, la belleza y el arte.

¿Cómo visualizas el mundo del arte hoy en día?

Creo que el mundo del arte ha sido siempre un ámbito laboral muy particular en la que el artista debe mantener la lealtad, fe en su trabajo y el coraje para mantener esos valores intactos de forma permanente y constante, de tal forma que sea capaz de transmitir su mundo y su ser a través de la obra y surjan en el espectador, emociones que lo conmuevan y que lo confronten a modificar o renovar la intensidad con la que ejercen sus vidas.

¿Provienes de una familia de artistas?

Mi padre, Tirso Vigo Lafitte, es dibujante, pintor y escritor. Solía pintar murales en las paredes del patio de la casa para adornarlos con colores y lindas imágenes y, desde que se jubiló, ha escrito 3 libros con poemas costumbristas dedicados a su tierra, Tayabamba, Pataz. Mi madre, María Andrade Camones, confeccionaba hermosas prendas de vestir en su juventud y la precisión y calidad de los detalles eran elogiados por todos sus clientes. Dos enormes influencias en mi vida.

¿Qué significa para ti ser artista en el Perú?

Intentar abrirse camino en un medio tan complejo como el arte, implica un riesgo enorme, un riesgo que solo se puede asumir con decisión y valentía. La riqueza cultural de nuestra tierra resulta ser una fuente inacabable de recursos para todo artista en cualquiera de sus manifestaciones lo cual redunda en beneficio de la inspiración y la producción. Desarrollar un arte en el Perú significa llevar la bandera rojiblanca con orgullo, lo cual es una primera manifestación de honestidad y transparencia que se debe transmitir a los espectadores de manera cabal.

¿Qué crees que es lo mejor y lo peor dentro del mundo del arte?

No creo que haya algo que se catalogue como ‘peor’ dentro del mundo del arte. Si vemos el arte única y exclusivamente como un medio para ganar dinero, es probable que haya cosas no muy alentadoras en ese sentido y en el proceso, origine desanimo, por lo tanto, no es recomendable colocarlo como un estímulo para motivarse. Pienso que el arte trae todo lo mejor a la vida de una persona pues le abre el camino para desarrollar el intelecto, incrementar y fortalecer la paciencia, lidiar con la frustración, robustecer la voluntad y la perseverancia. Asimismo, le permite mantenerse firme y estable ante los avatares de la vida y de la obra en sí, fortalecer la fe, desarrollar la sensibilidad, incrementar el conocimiento y el desarrollo del pensamiento abstracto; nos confronta y nos ayuda a explorarnos a nosotros mismos a fin de poder tomar decisiones que influyan en la remoción o modificación conductas, en suma, el arte es un medio que nos ayuda a ser mejores personas.

¿Qué estilos y movimientos artísticos se ven reflejados en tus esculturas?

El tipo de esculturas o relieves que realizo es clásico, figurativo y en algunos casos con realidades concretas.

¿En qué proyectos te encuentras trabajando actualmente?

Actualmente me encuentro desarrollando una serie de bocetos con un tema específico. Al igual que el año anterior (2019) con la Colección ‘Cantaritos’, intento producir un grupo de relieves con un motivo y una representación particular y que transmitan un mensaje significativo para el espectador. Tengo en mente llevar a cabo una exposición en mi casa/galería, espero poder realizarla pronto.

¿Cómo definirías técnicamente tu trabajo?

Mi trabajo ha pasado por varios procesos, desde el manejo de herramientas precarias y frágiles hasta instrumentos eléctricos y grabado láser (para el caso de las leyendas en la parte posterior). Las reacciones o emociones que mis trabajos producen en los espectadores están directamente relacionados a la evolución y a la mayor perfección en mi técnica. Sus apreciaciones dan cuenta, de forma específica, de la prolijidad y el rigor con el que procuro realizar cada detalle. Asimismo, este progreso ha redundado en beneficio de una mayor eficiencia en la producción, más trabajos en un tiempo relativamente menor, lo cual es favorable en todo sentido.

¿Reconoces influencias de otros escultores en tu obra?

Sí. Conocí a unos artesanos en arcilla cuando tenía 14 años, sus trabajos me impactaron mucho, desconozco sus nombres, uno de ellos esculpía los rostros de los famosos The Beatles, eso produjo un gran interés en mi ser. En este tiempo he conocido diversos escultores, talladores, pintores, dibujantes cuyos trabajos han influenciado en mi estilo. Las influencias son importantes e ineludibles, es desde este punto en que empieza a generarse el estilo propio y personal del artista.

¿Cuál es tu ambición como artista en este momento?

Ambiciono que mis trabajos sean un espejo en el que los espectadores vean sus vidas reflejadas, que les cause asombro y puedan conmoverse ante la belleza y la perfección; ser testigo de testimonios reales del impacto que mi arte produce en sus vidas y sobretodo, que los niños se beneficien de este hecho y emerja en ellos el deseo de seguir y proseguir el arte a pesar de los obstáculos que se les presente.

¿Dónde te gustaría ver expuestas tus obras en el futuro?

Creo que cualquier artista desearía tener espacios para mostrar sus trabajos en galerías importantes del Perú y del mundo.

He vendido varias piezas a diferentes personas del Perú y de varios países, por lo que, el poder llegar cada vez más lejos y a distintos lugares, es un gran anhelo.

¿Qué consejos le darías a los artistas de las nuevas generaciones que vienen?

El artista se hace con el tiempo, requiere de trabajo arduo para desarrollar la técnica y estilo propio, requiere de perseverancia, tenacidad, debe producir y producir a todo costo. La única forma de salir adelante es intentándolo todo el tiempo, día y noche, cueste lo que cueste, saltando y esquivando los obstáculos, tiene que empezar o proseguir tal y cómo esté y dónde esté y no morir en el intento. No existe la jubilación para el artista, salvo que sus facultades físicas o mentales ya no se lo permitan, pues la esencia de su trabajo crece con el paso de los años y nunca termina.

LA TORRE

Desde Bruces, desde los Álamos, desde el Country, desde cualquiera de los puntos cardinales, la Torre se erguía imponente y nos guiaba el camino hacia el muy peculiar colegio República Argentina. Nos mostraba cuán cerca o cuán lejos podíamos estar, era un gran punto de referencia, era nuestro Faro de Alejandría. No importaba cuál de sus ángulos estuviera en frente nuestro, cualquiera de ellos, nos seducía y nos atraía hacia sí, inevitablemente.

Vivíamos irradiados de la fortaleza, el vigor y la energía que emanaba desde cada uno de sus vértices que formaban un prisma triangular. La cúspide, que simulaba una gran corona, nos daba la idea de un monarca esperando que le paguen tributo. Su enigmática forma nos generaba diversas interrogantes y su temible altura nos doblegaba al punto de ponernos a sus pies.

Literalmente nos poníamos a sus pies y dominados bajo su régimen, iniciábamos los rituales extracurriculares. Nos reuníamos sacrílegamente tras sus muros con el supuesto fin de desentrañar su misterioso significado: algunos solían intercambiar ósculos amorosos; otros, solían interpretar melodías románticas al son de una guitarra; algunos más intelectuales, solían devorar lecturas y en algunos casos quizás lecturas prohibidas; otros, solían contar historias verídicas e inventadas y otros, solían usarlo como escondite para evadir la vista de las autoridades. De esa forma, permanecíamos en su zócalo como muestra de sumisión a su monumental y colosal robustez.

Describir cada uno de los rituales practicados, no es menester de este escrito, eso queda para las crónicas personales de cada sacrílego devoto.

Sin saberlo, nuestro quehacer académico estuvo lleno de su influencia y dominio, y a decir del arte y las muchas emociones que provoca en el ser, su bello diseño estructural, nos hipnotizaba y seducía convirtiéndose así, en la razón y significado de nuestro paso por las geniales salas hexagonales que parecían rendirle tributo desde abajo.

Ya no está con nosotros. Existe solo en nuestra mente y en algunas imágenes que recorren en las redes. Aún nos duele la pérdida, aún nos resistimos a ese pensamiento. Cual Torre de Pisa, inclinada y resistiéndose a caer por algún lapso, sucumbió a la fuerza de la maquinaria y desapareció por completo. Era el símbolo de una escuela y de todo un pueblo que lo rodeaba a varios kilómetros a la redonda y que tenía el privilegio de observarla desde la aurora hasta el ocaso del día.

Fue construida con el propósito de proveer de agua a toda la escuela. En su amplia y alta cisterna, alojaría tan necesario líquido. Desconozco si alguna vez funcionó como tal. En aquellas épocas, la distribución de agua era muy limitada, quizás me equivoque, pero no tenía ningún otro uso. La derrumbaron porque era una mole inútil, un elemento anómalo que ocupaba un ‘importante espacio’. No era útil como biblioteca, no era útil como cafetín, no era útil como salón de usos múltiples, no era útil como taller de artesanía, no era útil como teatrín. En realidad, no servía para nada, era un elemento disruptivo y no aportaba nada a la realidad, quizás, solo servía como mingitorio.

Así es una obra de arte, no tiene un fin utilitario, la puedes colocar sobre una mesa, en una pared, en una repisa, sobre el suelo, etcétera y no sirve más que para contemplarla. No es útil en absoluto, pero aporta a la realidad su imperiosa, hermosa y cautivadora presencia, porque cuando ya no está, el vacío que produce, es más grande que su existencia misma. Se llama Arte.

Aquellos que fatalmente la derrumbaron, nunca tendrán el privilegio de saber que, aunque no fue útil, fue esencial para influenciar vidas porque a decir de los que tuvimos la dicha de pasar por aquellas aulas, nos dio identidad, nos dio el privilegio de vivir maravillados con su formidable diseño y cautivó nuestro intelecto para que nuestra estadía, como aves de paso, sea sumamente significativa e inolvidable.

¡Gracias Arq. Daniel Almeida Curth!, Usted estuvo a la altura de los grandes artistas e impactó toda una generación.

LA RAMPA

No puedo aseverar que este espacio sea el lugar emblemático de la antigua edificación de la I.E República Argentina (ex C.A.S.R.A) en la ciudad de Chimbote. Fue construido por el arquitecto argentino Daniel Almeida Curth en la década del 70. El colegio tenía varios lugares que podrían considerarse como emblemáticos: el teatrín, la torre, los talleres, la capilla, etcétera, etcétera. Sin embargo, y aunque solo nos quedan pocas imágenes de varios de estos lugares, no hay duda de que la rampa nos genera una especial emoción al verla y al recordarla.

No existían escalinatas, peldaños, escaleras, ni nada parecido para acceder al segundo piso, ese detalle era muy singular y no común para todos o la gran mayoría de alumnos incluido docentes. Lo único que teníamos era una amplia y larga rampa que no solo nos servía para subir o bajar, también servía para ciertos ejercicios del curso de educación física pero mayormente, como pasillo de castigo para aquellos incumplidores de las reglas de conducta que no les quedaba otra que pagar la factura subiendo y bajando en posición de rana, con las manos en la cabeza y con no poca resignación, disgusto y gotas de sudor, al fin y al cabo, fortalecían sus piernas.

Creo poder aseverar que no existía edificación similar en ninguna otra parte de la ciudad del Nuevo Chimbote ni de Chimbote y por lo tanto, haber discurrido tantas veces por aquel pasillo y del resto de pasillos de todo el conjunto educativo, es hoy en día una experiencia que algunos recordamos con mucha nostalgia y, aunque parezca no haber mayor importancia en la acción de subir o bajar por una rampa de cemento, no obstante, su diseño nos envolvía y sin percatarnos de ello, nos seducía. Esa es la magia de la belleza en la arquitectura, no estaba hecha únicamente para subir o bajar, su bello diseño nos compelía hacia ella, nos cautivaba y colmaba nuestras expectativas, por lo tanto,  trascendió en el tiempo y transcendió en nuestro ser.

Open chat
Te gustaría conocer más sobre mi trabajo
Hola, cómo puedo ayudarte?