Me hubiese gustado que esta toma fotográfica tenga profundidad de campo, que difumine los personajes en el fondo y resalte al personaje que aparece en primer plano: una niña. No obstante la falta de esta técnica, a primera vista, destaca esta bella niña, que opaca por completo el escenario detrás de sí y aparece en primer plano como un extraordinario acontecimiento, como el personaje principal y el más importante de esta fotografía.
Es, probablemente, la mirada de los niños, una de las más sublimes en cuanto a la contemplación. Esa mirada inocente, candorosa, curiosa, sencilla, y que, como en este caso, junto a sus pequeñas manitos, intenta alcanzar y palpar una realidad recreada en una pequeña masa de madera que comunica y se vincula como un medio de expresión, y que seguramente llevará en su ser toda la vida.
La comunicación visible entre mi persona y mis interlocutores deja de ser primordial y notable ante el dialogo generado entre esta niña y el trabajo de arte. No hay una palabra, no hay una frase, no hay una pregunta ni una repregunta, ni una sola sonrisa, ni un solo vocablo, pero se gesta un lenguaje no verbal, que se manifiesta a través de su mirada, su observación, su contemplación.
La conexión e intercambio de correspondencia entre el tallado y la niña, describe un sin número de mensajes no visibles que existen entre su razonamiento concreto y las diversas líneas y objetos de la pieza de arte. Existe una comunicación en curso que revela el poder del arte en la vida de un ser humano, más aún si se es un niño, aquel ser cuyo corazón recepciona y guarda fielmente todo aquello que le causa impresión, para luego influenciar, moldear y transformar muy significativamente su vida, poquito a poco.
El lenguaje generado a partir de la recreación de la realidad en esta pieza de arte encuentra, en la mirada de esta niña, un medio de comunicación singular, el cual queda plasmado en esta toma fotográfica, que profundiza en la belleza de su ser tan cándido, crédulo y franco, y que se deja acariciar por el derroche de energía que brota del arte, para trasmitirlo por sus circuitos neuronales, con el fin de captar y mantener ávida la mirada y la búsqueda de una realidad que no existe pues es solo un trozo de madera.
Jesús dijo: “dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis”. Su declaración es hoy una frase muy famosa, y muy usada en diversos contextos, a lo largo de muchos siglos. La imagen y personalidad de Jesús eran tan poderosas, que influenciaban la vida de todos los niños que se cruzaban con él. ¡Qué enorme privilegio de estos niños! El arte, como tal y correctamente concebido, busca eso justamente, impactar en estos, los pequeños, en aquéllos cuya mente, alma y corazón, se mantienen puros por unos pocos años, en su temprana edad, una etapa clave para influenciarlos en estos menesteres. De esa forma, el enfoque sabio y correcto estarán siempre bien definidos en sus vidas, la profundidad de campo siempre los resaltará a ellos y difuminará el resto.
Autor: Dennis Vigo
Edición: Segundo Rodriguez
25/11/2018