VESIQUE

Tres visitantes, dos damas y un caballero, llegaron a la Sala de Arte para ver la muestra Pasión y Significado – Arte en Madera, que se desarrolló en la Municipalidad Provincial del Santa en junio pasado por las fiestas de San Pedrito. Desconozco si eran amigos, familiares o compañeros de trabajo, lo importante es que, esta visita es otra grata y magnifica anécdota de entre muchas que me llenó de gran satisfacción.

Los tres amigos entraron juntos y al mismo paso, sin embargo, al iniciar el tour por la Sala, las dos damas adelantaron rápidamente al caballero ya que observaban de forma muy breve cada una de las piezas. Él avanzaba lentamente y se detenía a observarlas con más minuciosidad. Mientras caminaban, podía observar a las damas comentar y observar con agrado y asombro pero sin detenerse mucho tiempo entre pieza y pieza.

Dos obras de Julio César Morales fueron instaladas al lado derecho de la puerta de ingreso, y en medio de ellas, se colocó una hoja de papel en la pared que contenía el pensamiento matriz de la muestra con el fin de que los visitantes lo lean y sepan de qué se trataba la exposición. En realidad, muy pocos lo leían, una de las razones era que, el cartel no era muy vistoso ni llamativo, no obstante ello, me pregunto ¿nos gusta leer? La pregunta queda abierta.

Luego de ver las tres piezas iniciales de la muestra y de pasar casi por alto el escrito, a excepción del caballero que sí le dio lectura (rápida) al documento, llegaron prontamente a la altura del relieve que hice, hace poco más de un año, en tributo a una bella playa de Chimbote: VESIQUE.

Vesique es una playa a unos 20 minutos al sur de Chimbote, es un lugar de ensueño y de entrañables recuerdos para muchos. Cuando era niño, mi pecho se inflamaba de emoción al avistar el túnel previo a la primera playa. Atravesarlo era una experiencia emocionante, luego, al finalizar el oscuro recorrido, la luz del sol nos iluminaba el rostro y podíamos, avistar a lo lejos, las olas serpenteantes y las deliciosas aguas de este hermoso lugar. La adrenalina recorría todo mi ser y desbordaba en alegría y ansias por ingresar a darme un chapuzón tan pronto como bajaba del vehículo. Hermosos recuerdos.

Cuando las dos damas se detuvieron a contemplar este tallado, lograba oírlas comentar, un tanto emocionadas, algunos detalles que observaban a simple vista. Señalaban con el índice y leían a media voz lo que se hallaba escrito al respecto: la leyenda, una pequeña semblanza y un poema dedicado a esta playa.

Al cabo de un momento, el tiempo dedicado a observar esta pieza culminó, el tiempo de contemplación fue fugaz. Tengo la impresión que no le dieron mayor importancia pues, de inmediato iniciaron su traslado a la siguiente pieza: uno de los trabajos de Julio César. Sin embargo, antes de que prosigan con su tour por ese lado, el caballero, que venía detrás de ellas, arribó a esta parada y les dijo en voz alta y con gran sorpresa: ¡Miren, es Vesique! Ellas giraron el rostro y retrocedieron unos pasos mientras él señalaba con el dedo y describía cada uno de los detalles que aparecen en el cuadro. Fue sorprendente verlo distinguir y describir todos los lugares y espacios: las áreas de arena, la orilla marina, los caminos, las casas, los restaurantes o cevicherías, los cerros, las casas viejas al pie del cerro, etcétera, etcétera.

La historia no terminó ahí. La descripción que el caballero hizo fue al detalle, tanto fue mi asombro que, me acerqué por detrás de él y le dije: Disculpe amigo ¿Puede repetir lo que dijo? ¿De qué se trata? ¿Podría explicarme? El hombre no giró la mirada para ver quién le preguntaba, no advirtió que era el artista mismo quien indagaba por su propio trabajo y no dudó en iniciar su descripción una vez más. En este punto me atrevo a decir que, se le veía complacido y con cierto orgullo, poder explicar los detalles de dicha obra como si fuera de su autoría. Inició nuevamente la descripción del cuadro y yo me dispuse a escucharlo: reiteró de forma similar, sin saltar ningún detalle, como lo hizo con sus amigas, la reseña de la imagen mientras señalaba con su dedo índice cada lugar y espacio de la escena. Al final, me atreví a preguntarle por más detalles, como el nombre de un famoso restaurante, a lo cual, él respondió: ¡sí, ese es!

¡Quedé impresionado! Nunca imaginé que, un visitante me daría una explicación guiada de mi propia obra y me convertiría, por breve lapso, en un espectador más. Un rol casi necesario para comprender la seducción del arte y la impresión que este nos deja.

La playa Vesique y su belleza se fusionaron y me trajeron una nueva vivencia que se desarrolló mucho más allá de sus olas, su arena, su brisa y su paisaje: una sala de arte y un espectador muy singular.

Me atrevo a decir que, en el proceso de contemplación, la intervención del artista es casi innecesaria. La obra debe poder comunicar, a quien la contempla, las emociones del artista. Colocar un nombre a la obra puede ser, inclusive, una forma de condicionar y sesgar la visión de lo que el espectador ve. En las teorías que propugnaba el pintor ruso Wassily Kandinsky en relación al espectador, menciona que deben existir dos elementos en la obra de arte, uno interior y otro exterior, en el elemento interior se encuentra el alma del artista con sus sentimientos y emociones el cual debe ser transmitido en el elemento exterior, que es la obra en sí. De esta forma, las emociones son el motor de la obra. En este caso en particular, este trabajo guarda enormes impresiones que de por sí, transmiten similares sensaciones en los espectadores.

Esta experiencia me dejó un muy enriquecedor aprendizaje, aquel del cual, obtengo el aval para poder continuar con mis trabajos de forma mucho más segura e intencionada que, en la tiranía de la soledad y aislamiento total que se requiere para lograr cada obra, nace y se desarrolla un proceso nuevo y singular, por ello, cada pieza es única y no hay dos trabajos iguales.

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