Jimena tiene unos 10 años de edad, probablemente estudia en un colegio cercano a la MPS, y a decir de su edad, debe cursar el 5° grado de primaria. Llevaba puesto unas zapatillas blancas y buzo escolar de color guinda con líneas también blancas, igual que sus zapatillas (Tengo la memoria un poco frágil para recordar vestimentas, rostros y nombres, pero otras cosas las recuerdo muy bien).
La muestra de arte “Pasión y Significado” – Arte en Madera, ya llevaba 4 días de exposición en la Sala de Arte de la Municipalidad Provincial del Santa (MPS). El día jueves 27, a poco más de las 4 p.m. Jimena hizo un intento de ingreso a la Sala, es decir, ingresó pero no atravesó el umbral por completo, miró presurosamente, dio la media vuelta y se fue. Por un momento creí que había ingresado al lugar incorrecto por error. Varias personas se equivocaron de puerta y en lugar de ingresar al edificio de la Municipalidad, terminaban en la Sala de Arte, algunos inclusive entraban buscando el baño de la Muni pero luego se percataban que estaban en el lugar equivocado, por esa razón pensé que, ella también confundió el lugar. Sin embargo, me quedé con la duda ¿por qué una niña de su edad ingresaría al local de la Municipalidad a esa hora y sola?
No le di mayor importancia ni mayor atención a aquella fortuita y brevísima visita de esta pequeña a la Sala de Arte, después de todo, algunos pocos citadinos que pasaban por ahí a diario, se detenían a mirar desde afuera, pero no se atrevían a ingresar y seguían su camino sin más ni más, eso es más que normal.
Los minutos transcurrían y en ese horario, por lo general, la Sala estaba sin público y no puedo mentir si digo que hubo pocos momentos durante el día, en toda la semana que duró la exposición, en que la Sala se encontraba sin visitantes, momentos en los cuales, Julio César Morales y yo teníamos la oportunidad de sentarnos para descansar, charlar un poco e intercambiar ideas, luego de eso, era imposible hacerlo.
La anécdota pasó desapercibida y sin mayor importancia. Sin embargo, poco antes de las 4:30 p.m. este suceso pasó a ser el más relevante de todos. Jimena apareció otra vez e ingresó raudamente a la Sala, no saludó y tampoco nos miró (muchos no lo hacían) no hizo pregunta alguna, pasó de largo por nuestro lado sin titubeos, ingresó con la seguridad de una persona que ingresa a su casa, ingresó decidida, caminando a paso firme y rápido, muy segura de sí misma. Julio César y yo seguíamos conversando y contando las experiencias que cada uno tiene con la madera, de sus bellas vetas y de las seductoras curvas contorneadas de éstas; de sus hermosos ojos y de sus provocativos hoyuelos; nada nos distraía, excepto ese evento. Jimena se dirigió de inmediato a la primera pieza de arte que se ubicaba al lado derecho de la puerta de ingreso (una obra de Julio César) como quien sabe lo que quiere, como un niño cuando ve un juguete y se detiene a observarlo, a tocarlo, a codiciarlo, a pretenderlo, no obstante, su actitud no era tan parecida a esta descripción, ella fue más lejos. Jimena desfiló por cada una de las piezas de forma sistemática y ordenada, de derecha a izquierda, las observó, las tocó, las miró, las contempló, las examinó, las estudió, las analizó, las curioseó, las percibió y me atrevo a decir que, hasta las acechó. Algunas piezas estaban colocadas a una altura poco más arriba de su talla, por lo tanto, se empinaba y se le veía estirar su cabecita para ver más de cerca. Su escrutinio fue singular, daba gusto observarla y ver cómo disfrutaba su tour por la Sala, no solo eso, quizás fue la única visitante que se detuvo a leer enteramente las leyendas y descripciones relacionadas a las obras, fue algo sublime.
Julio César y yo llevamos a la muestra aproximadamente poco más de 30 piezas de arte, casi mitad y mitad, Julio llevó unas cuantas piezas más que yo. Cada una de ellas fue distribuida estratégicamente alrededor de la Sala. Jimena se tomó aproximadamente 1 minuto, en promedio, para observar cada una, por lo tanto, su visita debió durar unos 30 minutos. Al finalizar su tour en la última pieza, miró alrededor y notó que no había más que ver; nos miró y se dispuso a salir de la Sala, avanzó unos pasos en dirección a la puerta y antes que se apresure y desaparezca de nuestra vista, me acerqué medio paso hacia ella y le pregunté ¿Hola, Cuál es tu nombre? – ¡Jimena!, me respondió! Hola Jimena, le dije, y continué: Si gustas puedes dejar tus comentarios en el cuaderno de visitas de la Sala de Arte; Jimena volvió el rostro hacia atrás, vio el cuaderno en la pequeña mesa que habíamos habilitado para dicho fin, se acercó a ella, cogió el lapicero de inmediato, se inclinó y se dispuso a escribir. Esta parte fue aún más sublime y maravillosa. Mayormente los adultos son los que ‘saben’ escribir y son muy elocuentes con sus palabras, usan frases sofisticadas y en algunos casos, las firmas parecen salidas de un antiguo documento histórico. No hay duda que los adultos tenemos las cosas claras (supuestamente).
Pero Jimena no se vio intimidada en lo absoluto ante las palabras y firmas portentosas de los adultos, ella escribía y se sentía segura de lo que hacía; su firma, propia de su edad, se evidencia entre todas las firmas y su escritura es clara y precisa. Me dio que pensar la prolijidad en todo su hacer. Existe la creencia que, los adultos, unos más que otros, tienen los sentidos más apercibidos para apreciar el arte y, en muchos casos también se cree que, las personas comunes y corrientes no tienen la capacidad ni el conocimiento para apreciar y comentar sobre arte, craso error.
Jimena estampó su firma, colocó la hora, dejó el lapicero y se aprestó a salir de la Sala, no sin antes despedirse de nosotros con un ¡Buenas Tardes¡ y nosotros con un ¡Muchas gracias por la visita! Me quedé pensativo. Al cabo de unos minutos después, la Sala de Arte se llenó de visitantes y no hubo tiempo para pensar en más que atender a cada uno, conversar con ellos entre fotos, preguntas y demás actividades propias de una sala de arte.
Al día siguiente, de nuevo en la Sala, temprano, busqué en el cuaderno el registro de la visita de nuestra amiguita Jimena pero no lo encontraba ¡había olvidado su nombre! Le hice recordar el evento a Julio César y me ayudó a hacer una búsqueda por horario, por tipo de letra, por nombre, etcétera, hasta que finalmente lo encontramos. Por un momento pensé que Jimena no había escrito palabra alguna, sin embargo, no fue así, pues, además de colocar de forma nítida su nombre, apellido, firma y hora exacta, el hermoso y significativo mensaje que escribió de su puño y letra en la sección ‘Comentarios de la Muestra’ fue el siguiente:

No me cabe duda que, las obras tuvieron un diálogo con Jimena, ellas provocaron emociones, sentimientos, ideas y pensamientos diversos; el palpar y tocar cada una, es sinónimo de querer sentir y vivir la realidad que ésta transmite.
Julio César y yo comentamos al respecto de esta valiosa, enriquecedora y hermosa visita; ambos estuvimos de acuerdo en que Jimena será una mujer maravillosa, aunque en realidad, ¡ya lo es!
El profundo significado que tiene nuestro trabajo artístico y el impacto que genera en la vida de una persona es, el elemento motivador el cual tomo con gran responsabilidad y con mucha humildad. Tal y como dije anteriormente en un escrito anterior, el propósito es que la obra se comunique con el espectador y que genere en su ser, emociones tales que se conviertan en un vehículo de expresión emocional que brinde la oportunidad al público, su capacidad innata de valorar el arte. En Jimena, se cumplió este propósito.