A BELLAMAR

Fue a inicios del año 81, en el mes de enero para ser más preciso, llegué a vivir a la linda ciudad de Chimbote, directo y sin escalas a la bella Urbanización Bellamar. Fue una enorme emoción, era algo que anhelaba porque por sobretodo, me fascinaban las playas chimbotanas y yo soy playero desde el nacimiento. En años previos a este acontecimiento, solía pasar todas mis vacaciones de verano en el centro de la ciudad junto a mi hermano y mis padres, en el número 460 de la calle Espinar, en la casa de mi abuelo al lado de la diócesis, guardo bellos recuerdos de esos días, de su linda casa, de la familia, de los lugares que visitaba, de las bellas personas que conocía y sin duda, de lugares icónicos como la famosa tiendita Sihuas, la cevichería de don Pedro, la heladería El Ferrol, Sol y Mar, en donde comía las más deliciosas raspadillas hechas de pura fruta, etcétera, etcétera.

De Bellamar se contaban muchas historias, algunas un tanto desmesuradas, yo tenía 14 años, era la última urbanización de la zona (geográficamente hablando), todo a su alrededor era desierto, arenales y dunas, exceptuando el bosque de Los Alamos. Mi mente fantaseaba a raudales, la que solía alimentar con las sensacionales y macabras historias de Edgar Allan Poe: La Caída de la Casa Usher, El Pozo y el Péndulo, El Corazón Delator, Los Crímenes de la Rue Morgue, etc., etc., historias que me fascinaban y me llenaban de adrenalina y si, en alguna noche oscura, un tanto estrellada y silenciosa de los años 80, algún vecino del barrio salía a la puerta de su casa para tomar aire y de pronto empezaba a contar historias sobre viudas negras, almas en pena arrastrando cadenas y entes diversos que deambulaban por las noches en las zonas aledañas de la urbanización, yo las creía todas y sin dudarlas, no por iluso, pero más que todo por querer experimentar o tener sensaciones electrizantes como las que escribía el gran Poe. Esa fue una de las primeras experiencias fascinantes de aquella urbanización y junto al hecho de conocer gente nueva, hacer nuevos amigos, vivir nuevas experiencias siendo el new kid in town, y habiendo transcurrido apenas unos cuantos días, mi estadía se vislumbraba espléndida y se pintaba de muchos colores….¡Todo empezaba bien!

Poco a poco fui conociendo a los vecinos y a los, hasta hoy, muy buenos amigos. Salía con mi hermano a caminar y explorar lo que sería nuestro barrio por los próximos años, un lugar que había sido destinado para los hombres del acero y para los valientes hombres del mar. Podía ver a los nuevos vecinos tejiendo o remendando sus redes de pesca en la acera de sus domicilios (algo inusual para mí) o verlos caminar con sus enormes zapatos con punta de acero, indicador inequívoco de ser un trabajador de Sider. Las casas eran todas similares, sean las de 1 piso o las de 2 pisos, contaban con igual distribución, la gente era amable y cálida, nos sonreían, nos saludaban, la tienda de los Estrada en la manzana K fue quizás mi primer contacto con personas, cuyas dos bellas hijas mayores, nos brindaban las primeras sonrisas de bienvenida y cada vez que mi madre nos mandaba a hacer alguna compra ¡ibamos corriendo!. El barrio, a la entrada de la urbanización, entre las manzanas K, L y M, con sus impetuosos vientos y la abundante arena que contenía y nos golpeaba en el rostro, era un lugar de ensueño.


En medio de tanto impacto visual y siendo apenas un chiquillo de 14 años, estaba siempre a la expectativa de lo nuevo, lo diferente, lo inusual, aquello que despierte mi intelecto y me ponga en estado de alerta, sea para dar un salto de sorpresa como cuando veía harta lagartija corriendo de aquí por allá por la sala de la casa o para intentar cerrar la puerta de la casa cada vez que el fuerte viento me daba la contra o para imaginar qué habría más allá de las dunas y cerros de arena que se veían a lo lejos, hoy en día zonas urbanizadas. Tal era mi ambición y mis expectativas que no tardé mucho en notar algo muy peculiar en la urbanización Bellamar, mi barrio.


No había vivido en una casa de dos pisos antes, tampoco había tenido una habitación para mí solo, ni mucho menos con una enorme ventana que, desde que me levantaba, no tan temprano en la mañana porque nunca fui un earlybird, me permitía ver a varios kilómetros a la distancia la inmensidad de aquel desierto, la arena que resplandecía con la luz del sol y sentir el aire fresco de aquel y muchos veranos que vendrían más adelante. En algunas oportunidades, cuando el cielo se encontraba totalmente despejado, se lograba ver a lo lejos la hermosa cumbre del Huascarán, bellos detalles y episodios de aquel paraíso chimbotano en el rico Bellamar.

La ventana de mi habitación, al igual que la de mi hermano, nos brindaba una vista inmensa del lugar, era nuestro faro, nuestro puesto de atalaya, nuestro mirador. Desde ahí teníamos un panorama completo, tanto así que, si hubiese sido zona de guerra, hubiésemos sido francotiradores y aunque no lanzábamos balas, ni granadas o si alguna vez usamos globos con agua por carnavales, ese era el punto de lanzamiento y aunque fallamos siempre o el globo se reventó antes, nos quedó claro que las grandes ventanas eran inequívocamente, puntos estratégicos.

Eran los 80’s, la comunicación a la distancia desde mi ventana hacia la ventana de los Silva, los Zuñiga y los Estrada a unos 100 metros de distancia, era mediante señas, ¡vaya que teníamos cada seña y nos entendíamos sin cuestionar nada! Si acordábamos reunirnos, mediante unas pocas señas, a las 8 de la noche para escuchar música y conversar, el mensaje quedaba más que claro!  ‘¡Trae tu LP de Toto IV!’ – Al rato, después de cenar, ahí estaba yo con mi LP en la casa de Jhonny para escuchar una y mil veces Africa, Rosanna, I Won´t Hold You Back y más temas. No había whatsapp que lo igualara ni emoticones que nos haga competencia ¡Así de eficaz era la comunicación!

Ya había hecho varios amigos en mi nuevo barrio y además de los buenos amigos que empezaban a abundar, también abundaba el pescado, no faltaba un bondadoso vecino que nos regalara un bonito, una cojinova o unas cuantas latas de atún. El ceviche, el pescadito frito o el jugoso eran platos que se comían a diario, si llegabas de visita a la hora del almuerzo, te doblabas con el jugoso de tramboyo que en minutos te ponía a dormir de tanto fósforo que absorbías, y quizás lo más rico, era comerse un salpresito sentado en la vereda de la casa del Midi con el pez, el ají y el limón en la mano, nada de plato ni cubiertos y recontra picante, tan picante como el cevichazo que él y mi hermano James prepararon un día, le pusieron tanto ají para dársela de machos que al no poder con ella, me fueron a buscar con la fuente de ceviche en brazos para darles una mano y terminar de comerlo mientras zambullía mi cabeza en agua para menguar el picante.

Los días se hacían intensos y las emociones desbordaban. Yo salía con mi skateboard y en unos cuantos minutos podía explorar toda la zona por las subidas y bajadas de las diferentes calles de la urbanización o por la vía Anchoveta, a toda velocidad, con el recio viento en contra poniéndome resistencia y a lo lejos ver asomar el hermoso paisaje marino que, en días despejados, tan claramente visible, desprendía su belleza a pesar de los más de 15 kilómetros de distancia que me separaban de ella, era una vista hermosa.

Como dije antes, todo empezó bien y continuó siendo espléndido. Respecto de las señas y la forma de comunicarnos, hubo una que no fue un lenguaje de señas precisamente, si no, una que se pronunció de los labios de una de las tantas chicas hermosas que embellecían la urbanización. Estábamos en el mirador mi hermano y yo haciendo nuestros pininos con la guitarra, era un día soleado, tocábamos los acordes de Show Me The Way de Peter Frampton, de pronto, apareció Dina, al parecer venía de la tienda de los Estrada, caminaba a paso ligero, su garbo y belleza eran tan notables que quedamos prendados y de inmediato empezamos a lanzarle piropos, ella aceleró un poco el paso algo nerviosa y al notar la insistencia de ambos en querer llamar su atención de esa forma, volteó, nos miró y nos dijo: !no saben ni limpiarse el poto y están pensando en mujer! – ella desapareció raudamente y ambos nos echamos a reír a carcajadas para disimular la vergüenza ante una respuesta tan inteligente. La anécdota no pasó a más, nunca fue mencionada sino hasta muchos años después en que nos vimos en mi primera exposición en la Sala de Arte de la Municipalidad Provincial del Santa en Chimbote, le hice recordar los hechos, se echó a reír y a sonrojarse y aunque no pasó de ser algo gracioso, el mensaje claro y contundente que nos lanzó, es sin duda, una frase de la que hay mucho que aprender y ella lo sabía. Hoy en día, Dina es una respetable y bella mujer con una hermosa familia y un gran esposo, otro amigo del barrio.

Los días transcurrían y la vista seguía enriqueciéndose y maravillándose con tanto por ver y descubrir. Salir a caminar y cruzarse con un rostro bello de alguna chica del barrio, era algo muy recurrente y llamativo, lo asociaba a la emoción que sentía por todo lo nuevo que venía experimentando, pero no del todo, en realidad, estaba asociado a otro tema. Ya mencioné a Dina, ahora menciono a Angela y Rosa, su hermana; también Rossana, May y su linda hermana Maritza, Paola, Ana María y su hermana May (de la tiendita), al lado de ellas estaba Nella y próxima a ella, Coti, además de, Liliana, Anani y Nancy, su hermana, quienes vivían a un par de cuadras más arriba e igual de bellas. Recuerdo muchos otros rostros, más no recuerdo nombres, pero más aún, recuerdo los rostros de aquellas que, al tener que retornar a Lima, dejé de ver cuando apenas tendrían sus 10 abriles y corrían de aquí para allá jugando a las escondidas, tales como Sadith, Lourdes, Bertha, Esther, Silvia, Conce y sus hermanas, Franca, Gricelda, Tania, Kitty, Laura y varias más, eran rostros que se proyectaban como los más bellos en un futuro muy próximo, y no me equivoco, hoy en día son hermosas mujeres, muy trabajadoras y aguerridas que dan vida y alumbran sus hogares y cada vez que las veo, no puedo más que confirmar lo dicho y la calidad de gente que son. He tenido el privilegio de ser visitado por ellas en mis exposiciones, nos hemos visto en algún momento para comer un rico ceviche, las he visitado en la urbanización y, en todo momento, el trato tan amable que he recibido de su parte, dan cuenta del cariño, el aprecio y la amistad que perduran a pesar del paso del tiempo, porque el tiempo no mata la amistad.

No había mayor singularidad que aquella en mi añorado Bellamar. Si todo era llamativo y sorprendente, este hecho lo era más. El ser humano tiene la necesidad universal de la belleza, porque a partir de ella, el intelecto, el ser completo se emociona, explora, emprende, lo impulsa a conquistar y descubrir el sentido de la vida, a incorporar valores como la verdad, la bondad y la belleza misma, de esa forma se va logrando y construyendo su identidad y encontrando su propio camino. El valor de la belleza en Bellamar estaba dado por personas, cuyas familias honorables y llenas de verdad y bondad, eran ejemplo de vida para todos nosotros los más jóvenes. Sus hechos quedaron grabados en nuestras memorias imperecederamente, nos impactaron, nos mostraron un camino, algunos de ellos ya partieron, otros permanecen aún con nosotros pero sus hechos, sus acciones los vuelven inmortales al dar grandes lecciones de cómo conducirse y de cómo ser mejor persona, por lo que no hay duda de que, hicieron a sus hijos con muchísimo amor.

Con tanta anécdota que contar, es probable que en el tiempo las escriba y describa con mucho más detalle y/o prolijidad. Por el momento, este es un pequeño recorderis de grandiosos momentos en mi querido barrio bellamarino para homenajear lo bueno de su gente y del lugar mismo, y porque en su aniversario 45, debe quedar claro que, quienes dicen que la mujer norteña es la más bella del Perú y se concentra mayormente en Chiclayo, no han visitado nunca Chimbote y mucho menos han estado en Bellamar.

17 comments

  1. Excelente relato mi estimado amigo. Bellamar, en aquel entonces, era como una isla, ir en grupo de amigos, a pie, desde Bruces y Cáceres Aramayo hacia Bellamar era una aventura. Hermosos lugares que hemos disfrutado caminando por sus calles y avenidas. Abrazos y quedo a la espera de tus futuras publicaciones.

    1. Gracias, Adela. Es un gusto para mí leer tus comentarios. Es cierto, Bellamar era casi una isla, rodeada no de agua pero de arena, increíble descripción. Espero pronto poder escribir más historias. Abrazos

  2. Dennis, emotiva narrativa descriptiva de la Urbanización Bella Mar, su gente y su línea de tiempo son imperecederos.
    Gracias por la mención y saludos a tus padres… Un abrazo inmenso como el tiempo que llevamos sin vernos.

  3. Amigo,Dennis,yo no vivi en bellamar,pero me gusto mucho tu narrativa,me hizo recordar a 100 años de Soledad,de nuestro querido Garbo.

  4. Quizás Denis no recordaste a la familia Ruiz Sagardia con unas hijas hermosas Jessica y Jackeline de la Mza. K lote 10, a mi hijo el actor Jimmy estudiante de la universidad Nacionak del Santa muy amigo de Aldo, chico malo, Jorge Chala y muchos más eran un grupo te de jovenes adolescentes que nacieron en Bella Mar, mi esposo Capitán de Lancha y luego Capiran del remolcador Río Santa de Enapu Perú y yo laborabaxen el Hospital Regional y fui de la Directiva de Bella mar y Tegidora Municipal Provincial del Santa. Lindas remembranzas, ya desde hace 21 años viviendo en Lima. Muchas bendiciones.

    1. Gracias por su comentario, estimada Martha. Sin duda recuerdo a sus lindas hijas, hay tantas personas a las que recuerdo con mucha nostalgia. Salúdelas de mi parte. Un fuerte abrazo.

      1. Hermosa descripción de mi barrio Bellamar era imposible no conocernos aunque sea de vista, un lindo lugar donde viví los mejores años de mi vida junto a mis hermanos soy de la familia Santiago Roldan vivíamos frente aló que es el parque ahora en la manzana Y recuerdos hermosos, la amabilidad de su gente el respeto y la solidaridad y mucho compañerismo gracias por tan lindos recuerdos nosotros seguimos conservando nuestro hogar para nuestros reencuentros familiares feliz aniversario mi Bellamar querido ❤️

  5. Gracias por esta excelente descripción de nuestro querido Bella Mar. Yo también vivo hasta hoy en este hermoso lugar. Donde la amistad y el respeto son eternos. Feliz aniversario Bella Mar!!!

  6. Gracias x esos relatos y dar ese merecido Homenaje a nuestro querido BELLA MAR, cuántos recuerdos de su linda gente amable y respetuosa, como no recordar esos momentos maravillosos k hemos vivido, soy Pedro hijo de la familia Vivanco Rodríguez, mi padre más conocido como catorce, un saludo y abrazo para todos

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